El buen puchero se hace a fuego lento. Con tiempo y con mimo es como salen las cosas ricas. En el fondo lo sabemos, pero no podemos evitar caer en la trampa de la prisa, del para hoy. Efectivamente, queremos y necesitamos todo ya, rápido.
La urgencia permanente nos devora. Somos conscientes que no es lo mejor, pero estamos en la dinámica del Microondas. No hay tiempo para esperar. El largo plazo ya no existe, el resultadismo condiciona todo y solamente pensamos en vender.
Ahora, porque está en juego mi renovación. Ya, porque si cumplo estos objetivos, esta marca me habrá servido de trampolín. No importa a costa de que, “los que vengan detrás, que arreen”. ¿No querían resultados?.
En ocasiones cuando veo estos movimientos, incluso en algunos directores de empresa, pienso: ¿cómo es posible que yo esté más preocupado por su marca que ellos mismos?. En parte lo entiendo, ¿cómo escapar a las dinámicas impuestas?. Por otra parte…
Lo sabemos pero nos dejamos arrastrar. Lo intuimos pero caemos en la espiral de sin sentido, no sólo para las marcas sino para las personas. Entonces pienso si estaremos en proceso de autodestrucción colectiva.
Si no conseguimos pensar, al menos en el medio plazo, estamos desnortados. Si no nos paramos para ver quiénes somos, porqué nacimos y porqué seguimos, más allá de para hacer dinero, nos moveremos sin rumbo. Si no nos detenemos a pensar dónde vamos, qué queremos, qué nos hace diferentes, estaremos perdidos, sin guía, sin referencia. Es entonces cuando la batalla de la marca está definitivamente perdida.
Las marcas deben encontrar su sentido, su razón de ser. Eso es lo que les permitirá ser marcas fuertes. Y ese trabajo no entiende de prisas. Hoy, muchas marcas navegan a la deriva. Y lo peor es que nadie piensa realmente en ellas.
Miguel Yáñez
Director general de Primero Estrategia